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El hacendado


Hace muchos años, para ser exactos en 1853, vivían en Pachuca una familia de mineros y jornaleros, los cuales se dedicaban desde temprano a las labores de minería y el campo respectivamente. Entre ellos había un minero llamado Juan, el cual era un hombre muy ambicioso, y día tras día no dejaba de quejarse de su suerte. La suerte de este tipo cambió, ya que un día al terminar su jornada laboral se dirigió a la cantina más cercana y comenzó a beber en compañía de sus compañeros de trabajo. Ya cuando se encontraba borracho realizó el siguiente comentario "la vida es muy injusta con nosotros, daría lo que fuera porque yo fuera rico y poderoso". En ese momento un hombre alto y vestido de charro en tela negra entró a la cantina y le dijo: "tu deseo será realidad".

Al escucharlo los demás presentes se persignaron y algunos se retiraron del lugar, el extraño ser le informó que debería ir esa misma noche a la mina del Coyote, que era en realidad una vieja mina abandonada; Juan accedió, y se presentó en la vieja mina al anochecer, sin embargo no encontró nada. Al retirarse descubrió un agujero en el cual había una víbora que lo observaba fijamente. Juan se impresionó al ver el tamaño descomunal de este animal, por lo cual decidió llevárselo a su casa para poder venderlo posteriormente. Al llegar a su casa lo depositó en un viejo pozo de agua que se encontraba seco y lo tapó con tablas de madera.

Al entrar a su casa su esposa, preocupada, le preguntó que adónde se había ido, a lo que Juan contestó que no lo estuviera molestando, que estaba muy cansado y quería dormir. Juan tenía dos hijos, la mayor de seis años y un bebé varón de escasos seis meses. Juan descansó y comenzó a soñar con la serpiente que en sueños le decía "Juan, gracias por darme un hogar y aceptar que entrara en tu vida y en las almas de ustedes. Al despertar encontrarás en tu granero el pago por tu alma, si decides aceptarlo tendrás que darme a tu hijo varón".

Al día siguiente Juan despertó y se dirigió al granero, donde encontró que entre el maíz desgranado había pequeñas bolsas repletas de monedas de oro. No salía de su asombro cuando el llanto de su mujer lo saco de su concentración: su hijo menor había desapareciodo y la hija de él les indicaba con señas que el niño estaba en el pozo. Juan quitó las tablas y encontró a su hijo despedazado pero no encontró a la serpiente.

Juan se hizo con terrenos y construyó una hacienda. El tiempo pasó y en sueños la serpiente le comentó que si deseaba ampliar su fortuna debería de entregar más hijos suyos, por lo cual Juan se hizo con varias amantes de pueblos lejanos al suyo. Tras dar a luz estas mujeres, Juan aparecía y les exigía al niño para su crianza. Los años pasaron y la fortuna de Juan crecía, sin embargo Juan murió pasados los años...

Cuentan que en su velorio la gente que se encontraba presente rezaba cuando entró por la puerta principal un charro vestido en color negro, que exclamó ¡Juan, estoy aquí por el último pago!; dicho esto desapareció dejando un olor a azufre tras de sí. La gente, al ver (mirar) el ataúd de Juan no encontró más que un esqueleto.

Autor:
Jaime

Fuente:
http://kruela.ciberanika.com/leycol32.htm

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